Clive Crook

La reforma tributaria aún puede salvar a Estados Unidos

A comienzos de abril cuando sale el sol y aparecen los retoños, el ánimo de EEUU cae visiblemente. Los ciudadanos buscan sus antidepresivos y software de preparación de impuestos. La complejidad lunática del código tributario de EEUU es prueba de incompetencia legislativa.

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 19 de abril de 2011 a las 05:00 hrs.
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A comienzos de abril cuando sale el sol y aparecen los retoños, el ánimo de EEUU cae visiblemente. Los ciudadanos buscan sus antidepresivos y software de preparación de impuestos. La complejidad lunática del código tributario de EEUU es prueba de incompetencia legislativa. Es algo a lo que no se puede mirar por demasiado tiempo sin caer en la desesperación. Y sin embargo, es una oportunidad.



Considere el contexto. Las probabilidades de que Washington logre un acuerdo en política presupuestaria parecían pocas antes de la intervención de Barack Obama la semana pasada, ahora son menos. Con ambas partes tan atrincheradas y con una preocupación secundaria por el control del déficit (a los republicanos les preocupa más reducir el tamaño del gobierno, a los demócratas anular ese esfuerzo), puede que se necesite algún tipo de descalabro fiscal para conseguir acción – eso, o la reforma tributaria. A primera vista, los impuestos pueden parecer el área menos prometedora. Los demócratas están decididos a subir los impuestos pagados por “millonarios y multimillonarios” (como llaman a los hogares con ingresos superiores a US$ 250.000), y los republicanos no están menos dedicados a reducir impuestos, en especial para los ricos. Sin embargo, la estupidez misma del sistema actual hace posible un compromiso en este ámbito - dando la victoria a ambos lados.

La comisión Bowles-Simpson mostró cómo. Eliminar gradualmente las exenciones fiscales por los intereses hipotecarios, seguros de salud pagados por el empleador, y una miríada de otros gastos que algún legislador u otro en algún momento optó por favorecer, recaudaría tanto dinero que las tasas tributarias podrían recortarse mucho y los ingresos igual aumentarían. Simplemente reducir, y no eliminar, estos “gastos tributarios” ofrecería suficientes ingresos para bajar las tasas. Eso es lo que recomendó la comisión fiscal del presidente.

La simplificación tributaria sirve a muchos objetivos. Promueve el crecimiento económico mediante la reducción de distorsiones intencionales y no intencionales. Reduce el peso muerto debido a tasas marginales innecesariamente altas. Levantaría el ánimo de la nación. Más importante, permitiría recortar los futuros déficits al tiempo que dan a ambas partes algo que quieren. Los demócratas consiguen mayores ingresos para gastar en subsidios sociales y otras cosas. Los republicanos obtienen una reducción de las tasas impositivas.

Para llegar a este punto, ambas partes deben ajustar su postura - y allí, sin duda, hay un gran problema. Una vez completa, la aproximación Bowles-Simpson, dejaría a muchos contribuyentes de clase media pagando más. También dejaría a muchos de los ricos y en especial a los súper ricos pagando más, a pesar de tasas marginales más bajos, ya que las ganancias de capital y los dividendos serían gravados a la misma tasa que los ingresos ordinarios. Es sorprendente que los demócratas progresistas no hayan visto esta idea como el premio sería para su lado.

Pero una reforma fiscal Bowles-Simpson requiere que ambas partes, digamos, aclaren sus posiciones. Su instinto es agudizar sus diferencias con sus oponentes, en lugar de difuminarlas en aras de un compromiso. A menos que eso cambie, el peor de los casos -la consolidación fiscal involuntaria- será cada vez más probable.

Posiblemente, la necesidad de aumentar el máximo legal de la deuda antes de julio podría ser la ocasión para el colapso, y hay gente en el partido republicano suficientemente loca como para esperar que así sea. Más probable, sin embargo, hallarán una forma de rodear el obstáculo. Igualmente convencidos de la rectitud - y la popularidad - de sus respectivas posiciones, las partes pueden acordar estar en desacuerdo, y llevar sus diferencias fundamentales a las campañas electorales para 2012. La semana pasada quedó claro que las campañas ya han comenzado.

Puede que la ventana en la que EEUU puede enfrentar decisiones de política difíciles se haya reducido a, digamos, seis semanas en el inicio del segundo período (el último) de cualquier presidente. Se pueden conseguir ahorros considerables cerrando el Congreso por las otras 411 semanas antes de las elecciones del ciclo electoral de ocho años. Sólo para tenerlo en mente, si no se logra un acuerdo en la reforma tributaria.

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